El invierno en Barcelona

10 enero, 2014 § Deja un comentario

Intervención en la puerta del bar 68 (otoño 2013)

Intervención en la puerta del bar 68 (otoño 2013)

La niebla pone techo a la ciudad, difumina la luz de las farolas y prolonga los haces de los faros de las motos. La humedad se mete en los huesos de las cosas y el frío es algo interno que se lleva con circunspección de un lugar a otro. El frío no se va por mucho que te abrigues, te acompaña a casa y se queda a cenar. Cuando te vas a acostar, descubres que lleva tiempo en tu cama, te saluda cuando ha convertido las sábanas en gélido envoltorio y si lo llegas a expulsar, te lo encuentras esperando por la mañana: lavarse los dientes castañeteando permite no tener que mover el cepillo. En fin, el invierno en Barcelona, esa ciudad.

Barcelona es conocida por muchas razones. Una de ellas es que actualmente no existen ciudades desconocidas.

Uno de los rasgos más importantes de Barcelona es que forma parte del imaginario de quienes la habitan, a quienes les reclama siempre, mediante hábiles campañas publicitarias y arengas de sus próceres, ser imaginada. De esta manera, Barcelona se es, sin tener por qué haber sido. El derecho a ser Barcelona es algo que Barcelona custodia, generación tras generación, sin por ello haber de existir realmente. Su propia veracidad radica en su discurso. Su propia deriva, también. Y es en esa Barcelona derivativa, acabada permanentemente de nacer, desconcertada ante el hecho de ser pensada por otros, donde radica su más sólida evanescencia. Ello se produce cuando se descubre observada por el mundo, en forma presencial o a distancia. Es entonces cuando deja de ser. Y al no ser y existir igualmente, Barcelona se convierte en un prodigio, un panel de claves mágicas olvidadas, un supernivel de sí misma, un palimpsesto. Y se desmenuza en diminutos creyentes de una mezcla de cosas dispares que conviven entre sí porque se llaman con nombres distintos, que es lo único que permite que sigan siendo cada cosa una cosa y no todas lo mismo, ya que se parecen mucho. Tanto se parecen que pueden llegarse a confundir.

Barcelona no es nada más que eso, y no es poca cosa, aunque tampoco sea lo que aparenta y aunque lo que aparenta no sea gran cosa.

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