De la sed ajena

6 septiembre, 2014 § Deja un comentario

Company de taula (ready-made por Nubla & Jovani 2012)

Company de taula (ready-made por Nubla & Jovani, bar La Masia, 2012)

Andaba reflexionando sobre el caso Pujol y toda esta mandanga de supermillonarios y me di cuenta de que es fácil llegar a pensar que los políticos  se lucran a costa del dinero público porque son unos chorizos. O bien que tanto ellos como muy habitualmente sus familias han manejado ese dinero para forrarse y así ser más ricos, más poderosos y sentirse superiores al resto de la gente. Pero es una forma simple de verlo. Con tal interpretación estaríamos señalando vicios muy extendidos: la avaricia, el deseo de lo ajeno y la ostentación. Patologías muy de nuestro tiempo pero en cierto modo vulgares, al menos, para el nivel que se espera, en el caso de Pujol, de un gran estadista, de una persona que ha actuado como consejero moral de un país durante tantos años, y también en el caso de otros políticos quizá no tan brillantes y discretos pero sin duda votados y por lo tanto, comprometidos por el bien de la comunidad. Y ante la sospecha de estar haciendo una interpretación superficial y poco meditada de lo que podemos inferir de sus confesiones, excusas o asunciones, cabe ponerse en su lugar y tratar de descubrir lo que les ha llevado a explicar un buen día lo que hacían. A veces porque los estaban interrogando y otras porque querían ser interrogados. Es probable que este nuevo punto de vista arroje alguna luz sobre el fenómeno repetitivo del expolio de las arcas públicas por parte de los profesionales de la política en este país. En primer lugar, ¿Y si se tratase de la enfermedad llamada cleptomanía? Algo que, sin ir más lejos, se puede tratar en una clínica cara, con buenos especialistas y mejores resultados. A favor de ese argumento estaría la fácil identificación de ciertos síntomas de dicho problema, clasificado por la OMS en el grupo de «trastornos del control de los impulsos», con las actividades de estos elementos: no necesitar el objeto del robo, no estar motivado por la venganza, la envidia ni la ambición y sentir culpa o vergüenza después de hacerlo, además de experimentar una confortable descarga del neurotransmisor dopamina en el cerebro en el momento de perpetrarlo. También a favor de este diagnóstico se encuentran descripciones del comportamiento cleptómano posterior a la acción: los artículos robados son por lo general escondidos y no utilizados, incluso regalados a familiares o amigos y hasta devueltos. Según el DSM -IV-TR (la clasificación de enfermedades mentales de la American Psychriatric Association) de 2000, la cleptomanía se manifiesta por los siguientes síntomas: Robo repetido de objetos que no son necesarios, ya sea para uso personal o de su valor monetario. El aumento de la tensión inmediatamente antes del robo. Placer o alivio al cometer el robo. El robo no está motivado por la ira o la venganza, y no es causado por una ilusión o alucinación. El comportamiento no se explica mejor por un trastorno de la conducta, episodio maníaco, o un trastorno de la personalidad antisocial. Resulta muy reveladora esta definición. Quizá pensamos que nos hallamos ante casos de manifiesta y perversa mala intención (y un considerable mal gusto) cometidos por personas en su sano juicio cuando lo único que  pasa es que debemos enfrentarnos a una patología que se extiende como una epidemia en un principio de siglo en que la ciencia moderna apunta a las enfermedades mentales como causa principal del bajo rendimiento laboral y el déficit de la seguridad social en los próximos años. Susan L. McElroy, Lesley M. Arnold y DeAnna A. Beckman, en el artículo Trastornos del control de los impulsos en el volumen Síndromes clínicos en psiquiatría del adulto explican la respuesta terapéutica experimentada hasta ahora para paliar este trastorno: Varios tipos de terapia cognitivo-conductual serían efectivos en el tratamiento de la cleptomanía. Existen referencias positivas del uso de técnicas psicoanalíticas, aunque también hay datos negativos. Los tratamientos somáticos antidepresivos y con eutimizantes parecen efectivos en la cleptomanía. Entre ellos se incluyen los antidepresivos tricíclicos, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, trazodona, litio, ácido valproico y terapia electroconvulsiva.  Visto esto, pienso que si el estado se esforzase de verdad en recuperar el dinero expoliado por toda esta gente, se podrían crear dos nuevos ministerios, el de ofrecer tratamientos efectivos a los desgraciados cleptómanos incapaces de controlar sus impulsos, y el de redistribuir toda esa riqueza para zanjar el tema de la supuesta crisis. Con tales fondos, dichos ministerios harían maravillas en este país.

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